sábado, 16 de julio de 2011

LA ABSURDA MUERTE DE CHARLES STEPHENS

Os presento a Charles Stephens, el hombre que posee el dudoso honor de ser la primera persona en morir al arrojarse a las cataratas del Niágara en el interior de un barril:

La historia de Stephens no es ni la primera ni la última de las historias de temerarios que se lanzaron a las hipnóticas aguas del Niágara.

La primera persona que decidió arrojarse por las cataratas fue Annie Taylor en 1901, el día de su 63 cumpleaños. Se metió en un barril y saltó. Sobrevivió, pero sus primeras palabras al salir fueron “Nadie debería volver a hacer esto”. Por supuesto, no le hicieron caso y solo fue la primera de muchos.



Diez años más tarde, Bobby Leach repetía su ¿proeza? en un barril, esta vez, metálico. Aunque logró conservar la vida sufrió lesiones muy graves que le tendrían ingresado en el hospital 6 meses. Irónicamente, a pesar de haber sobrevivido a algo tan peligroso, nuestro amigo Bobby moriría al pisar una monda de naranja. Se rompió la pierna tan mal que tuvieron que amputársela y la cirugía se complicó causándole la muerte.



Con estos antecedentes Charles Stephens se creía más listo que nadie y decidió saltar las cataratas sin sufrir las heridas de su predecesor. Como veremos a continuación, efectivamente correría una suerte bastante diferente.

Charles construyó un barril especial y concluyó que si cambiaba el centro de gravedad del barril traspasándolo de su cuerpo a otro objeto, el barril giraría sobre este último y él no sufriría daños.
Así que colocó un yunque de 50 kilos en el fondo del barril y se lo ató a los pies. Luego amarró su propio cuerpo al barril y metió una bombona de oxígeno por si acaso.



No calculó que el peso del yunque con el suyo en una caída de 50 metros a más de 100 kilómetros por hora haría que su cuerpo se comportara como una bala. Él mismo debería girar sobre el yunque pero estaba atado al barril y, sencillamente, se desmembró. El barril fue encontrado 11 horas después por unos niños en la orilla. Dentro estaba la única parte del cuerpo que se encontraría: un brazo, todavía atado con correas de cuero al barril.



Sin duda, Charles ha echado una mano (una de las que perdió) a personas que, aun sabiendo su historia, han tenido la gran idea de tirarse por las cataratas del Niágara.

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